viernes, febrero 04, 2011

LOS INVASORES EN LA HISTORIA DE LA ECONOMÌA NACIONAL

Desde Venezuela


LOS INVASORES EN LA HISTORIA DE LA ECONOMÌA NACIONAL

La nuestra es una historia de invasiones y despojos. Invasores y despojados.


ELIGIO DAMAS


A los integrantes de aquellos enormes ejércitos, provenientes de diferentes partes, tanto de la propia Europa como del Asia, en su mayoría nómadas, que invadían regiones a veces muy distantes de sus sitios de origen, les llamaron bárbaros. Porque los griegos usaron el término para referirse a los extranjeros, sin dejar de hacerlo de manera peyorativa, pues originalmente tenía una connotación similar a inferior y primitivo.
Los árabes, aquellos que invadieron Europa y en España crearon el Califato de Córdova, también fueron llamados bárbaros. Pese lo trascendente e invalorable del aporte musulmán a la cultura ibérica, que abarca todos los espacios y sobre todo es inocultable, también fueron calificados como bárbaros. Estos “bárbaros”, por ejemplo, pese a dominar a España más de ochocientos años, no impusieron dos cosas fundamentales para el hombre, lengua y religión. Lo que habla del exquisito respeto musulmán por los valores espirituales de los pueblos.
La España que se deshace del dominio político árabe, emergió a la independencia hablando sus lenguas primigenias, antes del predominio del castellano, sin que dejase totalmente la influencia árabe y conservando su religión católica, en los espacios donde coexistió con las mezquitas de los invasores.
La España que llegó a esta parte del mundo, lo hizo armada de arcabuz, espada y cruz. La violencia simbolizada en las primeras armas condujo al genocidio, exterminación y esclavismo. La tercera, la cruz, sirvió de amparo para iniciar una criminal persecución, abuso y alineación violenta contra los valores culturales y espirituales de los primigenios habitantes de esta parte del mundo, a la cual también arbitrariamente llamaron América y racistamente hablaron de un “descubrimiento”. Impusieron lengua, religión y hasta sus formas productivas; irrespetaron sin recato alguno, todo aquello que quienes llamaron inapropiadamente bárbaros, los musulmanes árabes, nunca lo hicieron. Violentaron la intimidad de las culturas primigenias y a la fuerza indiscriminada impusieron sus creencias y valores. Las mujeres indígenas y negras africanas, sirvieron para satisfacer las bastardas apetencias de los conquistadores y colonizadores. Los árabes fueron gentiles y respetuosos con las mujeres de los pueblos europeos que conquistaron. No obstante, árabes y habitantes originarios de América, siguieron siendo “bárbaros” y desalmados.
Con la colonización, al mismo tiempo, dieron rienda suelta a las apetencias materiales de aquellos adelantados ignaros y avaros. Donde ponían el ojo ponían la bala y las marcas de sus “propiedades” bajo el amparo de lo que abusivamente llamaron leyes de indias.
Toda tierra llegó a pertenecerles de manera personal, como propiedad privada o quedaron bajo el término de “realengas”, lo que significaba que eran del rey. Luego de los Cabildos, formados por los descendientes de los conquistadores y por ese camino, terminaron siendo propiedad de aquellos que Francisco Herrera Luque, en el caso de Caracas, llamó “Los Amos del Valle”.
En fin de cuentas, los invasores, se convirtieron en dueños de todo. Hasta del aire que los demás quedamos como respirando ilegal y subrepticiamente. El proceso continuó con las guerras civiles, el inmoral “cobro por sus servicios” de ciertos “héroes” de la patria como Páez y los familiares de todos ellos y al final, de gringos, arrimados y todo aquél que “se le dio vela en el entierro” y nunca se le aguaron los ojos para coger lo que no era suyo.
Si viajamos por el llano, por ejemplo de “El Tigre” a “Ciudad Bolívar”, asombra cómo quienes se apropiaron del territorio, no dejaron ni una rendija entre una finca y otra para que pueda transitar un animal flaco.
Les robaron las tierras a los primitivos habitantes, a quienes exterminaron u obligaron a arrinconarse “más allá de más nunca”, como dijese Gallegos y hasta al Estado robaron aquellas tierras “realengas”, sin cuidar formalidades dejando aunque fuese unos caminos para recuas. Los arrimadores de linderos de Doña Bàrbara, Onza, Tigre y Leòn fueron unos pendejos, ante los desmanes de los acaparadores de tierras, tanto el àrea rurual como en la urbe.
No se quedaron allí. En el área urbana, donde debieron cuidar ciertas formalidades y dejar contra su voluntad algunos espacios que llamaron ejidos; sobre todo pedregales o zonas pantanosas; más tarde, sabiendo de las técnicas nuevas y los negocios, se apoderaron de ellos a precios irrisorios. Los arribistas, de las “clases emergentes”, formando parte de los gobiernos, les dieron facilidades y también entraron en el juego y fueron las nuevas “águilas chulas”.
Los despojados tuvieron que encaramarse en los cerros que a los invasores no les interesaban, apilarse en las orillas de ríos, quebradas y en los riscos. De paso vivir allí, para quedar como mano de obra abundante y barata. ¡Viva el progreso de los invasores!
Pero les aterra y parece inmoral que haya “invasores”, entre los despojados ancestralmente, que pongan en duda aquellas “propiedades”.
La nuestra es una historia de invasiones y despojos. De invadidos y despojados.

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