miércoles, julio 07, 2010

María Cristina Herrera

Por Lorenzo Gonzalo, 5 de Julio del 2010



En la ciudad de Miami el día 3 de Julio del 2010, murió la señora María Cristina Herrera.

Hay muchas personas que nunca pasan por la vida sino que quedan en ella y de manera impertinente dedican su tiempo y energía a la consecución de objetivos que consideran loables y sobre todo necesario.

María Cristina Herrera creía y estaba convencida que los problemas enfrentados por Cuba, sólo podrían resolverse, si los cubanos que allí viven y aquellos que han decidido buscar nuevos horizontes viviendo en otros países, ponen a un lado sus creencias de todo tipo y se abrazan, ríen y se disponen juntos a hacer por sus vidas y la de los demás.

Cuba tiene problemas como todos los países, pero también enfrenta situaciones sui géneris que ninguno ha enfrentado jamás. Cierta y categóricamente, puede decirse que ninguno ha enfrentado la agresión del más poderoso país que haya existido en su tiempo, durante más de cincuenta años, por no aceptar organizarse política y económicamente, a imagen y semejanza de ese vecino.

La pasión y amor de María Cristina por Cuba, cuna de su nacimiento, la llevó a fundar una institución en Estados Unidos que se llama Instituto de Estudios Cubanos.

Con la creación de este Instituto, concibió la esperanza de interesar a los emigrados cubanos en las cosas de su tierra y a través del conocimiento y los aspectos esenciales de su evolución histórica, crear un acercamiento entre los distintos modos de pensar. Entre los cubanos que viven fuera, unos con otros, entre los cubanos que viven en la Isla, unos con otros y entre los que viven en la Isla y los que viven fuera.

Para muchos, esa tarea no resultó fructífera pero en realidad, para quienes hemos vivido el desarrollo del pensamiento de esa emigración, sabemos que a lo largo de más de treinta años de batallar, el cubano en general, los que viven en la Isla y los que trabajan y crían a sus proles en otros países, han llegado al entendimiento de que no existe mejor camino que la tolerancia. Las barreras existen, pero sólo en los niveles políticos.

La política, que algunos la definen como “el arte de lo posible”, no ha encontrado aún esas posibilidades. Desgraciadamente, la complejidad creada por un mundo sustentado únicamente en intereses económicos regionales y en mentalidades individuales plagadas de una concepción similar, dificulta encontrar las variantes posibles y llegar a decisiones aceptables. Las soluciones, lamentablemente, no estarán dadas por la simpleza, ni por acciones apresuradas nacidas de una frustración que es alimentada por ese tiempo que a veces nos parece infinito.

María Cristina fue capaz de ver en esa realidad. Su único instrumento fue la perseverancia, y su satisfacción fue ser testigo de esos adelantos minúsculos pero consistentes, que el tiempo le dio la oportunidad de contemplar.

Todos la vimos hablar alguna vez con pasión, pero el rigor de su objetivismo humano, siempre la acompañó. Aun cuando la intolerancia de una y otra orilla intentaron menospreciar su sinceridad y la validez de su lucha. Unos y otros en alguna oportunidad, ante la impotencia de dar una respuesta calibrada a su labor, no encontraron más recurso que hacer un mal uso, de cierta fuerza que la casualidad había puesto en sus manos.

Cuando la distancia de los años permita una estructuración académica de la emigración cubana, la cual es parte inseparable de la historia de Cuba, la labor de María Cristina brillará y será motivo del cumplido que merece.

Muchos factores han intervenido en poner sobre sus pies el proceder y la conducta idónea que el emigrado cubano y los no emigrados deben asumir. Muchos han luchado por dar un paso más allá del gobierno cubano y de los intereses hegemónicos de Estados Unidos, para significar que la comunidad, cualquier que esta sea, va más allá de las dificultades de gobernar y de las desviaciones humanas surgidas durante el complejo proceso de producir.

En toda sociedad hay ciudadanos que cooperan más que otros en el desarrollo de su cultura; hay dirigentes que lidian con situaciones más complejas o más simples que otros, durante el cumplimiento de las tareas que han abrazado; hay quienes hacen daño desde la dirigencia o desde su posición de comunes ciudadanos; todo un complejo de situaciones define el conjunto humano que mueve a ese conglomerado, pero todos de una u otra manera forman su esencia; la muerte de cualquiera de ellos es siempre una gran pérdida y motivo para lamentar.

Sin embargo cuando muere alguien que ha dedicado su vida y ha superado las dificultades físicas que la naturaleza impuso sobre ella, para luchar con tenacidad en aras de una noble causa, los errores se borran, las virtudes se ensalzan y todos los días debemos beber en el néctar de su obra.

María Cristina hizo, actuó, predicó. Nunca odió, aunque la cólera fuera en momentos parte de su trabajo y el inevitable motor que impulsa a quienes tienen que luchar contra fuertes valladares.

Dentro de este contexto le rendimos homenaje a la persona, pero sobre todo a la obra, a sus intenciones, a los motivos que tan justamente contribuyeron a sembrar aromas.

Esperamos que María Cristina no descanse y pueda seguir trabajando, con esa paz que permite la eternidad, a quienes sirven bien la obra de la vida.

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