miércoles, junio 23, 2010

PENSIÒN DEL SEGURO SOCIAL EN TIEMPOS DE REVOLUCIÒN

Desde Venezuela


PENSIÒN DEL IVSS EN TIEMPOS DE REVOLUCIÒN


ELIGIO DAMAS

El viejo José tiene ochenta años. Desde hace quince, el Seguro Social le incapacitó después de haber trabajado por más de cuarenta y cinco. Al final apenas tenia donde caerse muerto y su vida quedó dependiendo de la pensión que le asignó aquella institución, que en los tiempos de la IV república, cuando eso sucedió, no le alcanzaba ni para pagarse el transporte. Y así era, porque las personas de la edad de José, no gozaban como ahora, de la exoneración del pago del servicio.
Como todos los meses, desde que Chávez es presidente, José acude con puntualidad y certeza a cobrar su pensión que, paulatinamente, aumentan hasta haberla llevado a una cifra digna y respetable, como se hace en no muchos países del mundo.
Esta mañana estaba en cola en el banco, con otras personas de la “tercera edad”, para retirar su mensualidad. El ambiente era alegre y en gran medida festivo.
Entre expresiones de satisfacción y comentarios de distinta naturaleza, José agradeció al presidente venezolano que cobrasen esa pensión con invariable puntualidad.
“Gracias a él, puedo gozar de una pensión decente y, sobre todo, venir al banco con seguridad que hallaré mis reales”.
Una señora que, desde hacía rato estaba hablando contra el presidente, como hacen opositores rutinariamente, en cada sitio donde por alguna razón se concentra gente, le dijo al viejo José, en actitud de superioridad:
“Pero eso no es de agradecerlo a Chávez, es un simple cumplimiento de la ley”.
Usó el argumento que la oposición ha puesto a circular para intentar contrarrestar el efecto positivo que en ese sentido produce la política oficial. Para restarle méritos al gobierno, por la puntualidad con que cumple la obligación y el incremento constante de la misma.
José, se volvió con lentitud hacia la dama que así le habló, mientras ordenaba su pensamiento y con parsimonia y hasta sutileza, cuidando que su inesperada interlocutora no se diese por agredida, le expuso lo siguiente:
“Si, es cierto, se trata de una vieja ley derivada de las luchas de los trabajadores, pero antes, habitual era que el cajero nos dijese, cada quince y último, lo siento viejo pero el gobierno nada les puso”.
“O que nos depositase una quincena, cuando nos debía seis o siete meses”.
“Que tuviésemos que salir a manifestar para que nos aumentase la miseria que nos tenía asignada o lo que era peor y persistente, para exigir nos pagase”.
Y siguió hablando el viejo sin dejar que la señora le interrumpiese:
“Por esas protestas, usualmente realizadas frente a Miraflores, nos reprimían con plan, bastonazos y potentes chorros de agua de las ballenas”. “En esos agites, más de un viejo, perdió la vida”.
“Mire señora”, dijo el viejo, más lentamente, “lo que sucede ahora en España o Grecia. En esos países están aplicando la receta del Fondo Monetario Internacional y lo primero que han hecho es rebajar pensiones, sueldos y salarios”. “Eso señora amiga”, expresó el viejo con estudiada lentitud, “lo hicieron aquí, sólo que el tiro les salió por la culata”.
“Es decir, la ley existe pero la aplican como les convenga y eso significa agredir a los más necesitados”.
“¿No le parece amiga, que esa forma de aplicar la Ley es la misma que antes hicieron con nosotros?
“Haber llevado el precio del petróleo a siete dólares, para favorecer a los gringos, se tradujo, cuando quienes cree suyos gobernaban, en pensiones miserables para nosotros y hasta la negativa a pagarlas”.
“No es sólo un problema de Ley, sino que haya voluntad de cumplir con los pobres y necesitados. Si los suyos retornaran, pese a la existencia de su ley, volverían con sus fórmulas villanas. O sea, entre otras cosas, rebajar o congelar pensiones y hasta dejar de cancelarlas. Esta puntualidad, cobro de aguinaldos de ahora, sólo quedaría para recuerdo y cuentos de viejos”.

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