domingo, mayo 02, 2010

CUBA, LA EMIGRAACION,LA NACION Y EL ESTADO

Cuba: emigración, nación y estado
Con la democracia socialista patria, nación y estado adquieren una dimensión política emancipadora. No hay otra alternativa capaz de marchar en Cuba con todos y para el bien de todos.
Roberto Cobas Avivar | Para Kaos en la Red | 7-2-2010 a las 18:25 | 1415 lecturas | 6 comentarios
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Cuba

La emigración, la nación y el estado

La población autóctona de la tierra insular nombrada Cuba había emigrado de Suramérica para perecer diezmada por las consecuencias de la colonización española. Despoblada la tierra de sus primeros colonizadores es la emigración hacia ella la que vuelve a sembrarle las semillas de lo que hoy nos identifica como cubanos. El ajiaco ha sido convulso y fecundo. Desde la trata forzada de africanos hasta los asentamientos de antiguos soldados y nuevos “conquistadores” en busca de mejor vida que aquella que la misma ex Metrópoli les ofrecía en tierra propia. Tierra de emigrados eso es Cuba en sus orígenes. Nación híbrida donde las haya hoy. Todo mezclado. Y vuelto a mezclar después de 1959 por una revolución cultural que pudiendo, sigue sin encontrar la manera de que la tierra vuelva a ser lo que en sus orígenes: una oportunidad para no permitir que el modo de producción y reproducción de la materialidad de la vida nos convierta en seres desiguales en tierra propia.

Hoy 500 años después, la burocracia beligerante que se apropia ilegítimamente de las razones políticas en Cuba recrea el mimetismo revolucionario de la adhesión ideológica para desembocar en el ambigüismo político contra la emigración cubana, puesto que, según se le expresa al mundo: “Obviamente, existen matices con quienes abandonaron la Patria luego de servirse de ella, y ahora se presentan como supuestos defensores de la Tierra que los trajo al mundo — incluso, puede que sean mercenarios de nuevo tipo”. (N.M.Blanco, 2010)[1].
Es lo que nos revelan los voceros de la contrarrevolución interna en Cuba, esos que sin querer darse o no por enterados de la alusión quedaban emplazados en el discurso de Fidel Castro; quien, dejando trunca hasta hoy su reflexión, advertía a la Nación ante los estudiantes en el Aula Magna de la Universidad de la Habana en el 2005, que la Revolución podía ser devorada por sus propios hijos. Esos mismos que detrás de un fidelismo a ultranza mal esconden las ambiciones en las apologías al Burocratismo de Estado que impide desencadenar la transición hacia la República Socialista.

No es que la ignorancia sea beligerante por antonomasia, como nos sugiere Alfredo Guevara desde el entendimiento de la cultura cual antídoto contra el integrismo fundamentalista del pensamiento supuestamente revolucionario. La cultura no es asexual. Representa el imaginario político que la misma sociedad crea desde relaciones socioeconómicas concretas. La cultura del poder bajo la desigualdad deja de ser el “poder hacer algo”, para convertirse en el dominio exclusivo (en sí y para sí) que determina lo que se puede hacer.

El Burocratismo de Estado se conforma y alimenta en la cultura del poder como dominio. La clase burocrática subalterna dispone y hace uso de su parcela de poder, en tanto correa transmisora del poder de la clase elitista de donde emana el mismo. El poder no emana en Cuba del pueblo. Por la sencilla razón de que no dispone ni autogestiona el pueblo los factores de poder: los medios de producción y el capital productivo. No existe condición objetiva para la democracia socialista. Las contradicciones que ello genera son múltiples y todas de carácter contra-revolucionario, en el pleno sentido de la dialéctica materialista de su entendimiento.

La fractura social que la propia Revolución cubana ha creado en el recorrido por el embudo hacia su espacio angosto se banaliza con una falsedad ideológica: la necesidad de que la nación cubana tenga una política migratoria.

Las conferencias “La Nación y la Emigración”, el instrumento que intenta legitimar la idea de la política migratoria, semantiza la síntesis del pensamiento oficial de la Revolución cubana. El Estado, siempre vestido con el traje de la Revolución, convoca. El pensamiento oficial siempre será el pensamiento con voz. La voz articula no la necesidad del diálogo ciudadano, sino el fundamento político que excluye el conocimiento recíproco de las partes y el reconocimiento activo de las razones mutuas de la participación sociopolítica. La elección de los invitados a las Conferencias se realiza entre aquellos que "mantienen una actitud activa en defensa de la Patria (…) que apoyan la lucha del pueblo contra el bloqueo y aceptan la independencia del país"[2].

La emigración para aspirar a ser parte de la nación – decide la burocracia política – ha de ser activista de las razones de estado del Estado cubano. El criterio de pertenencia nunca es por defecto ni la identificación una sana actitud cívica. En consecuencia, exiliados en suelo propio, potenciales objetos de represión, pasan a ser en primer lugar no los emigrados, sino los cubanos residentes que no acataren el criterio de lo patriótico que impone la burocracia política. Lo que no se entiende - o sí se llega a entender - es que la obligación al activismo regimentado no define ni demuestra el amor a la patria ni los convencimientos ideológicos. El activismo regimentado siempre será, por el contrario, uno de los terrenos más fértiles para el cultivo de la doble moral.

La “Nación y la Emigración” no se re-unen ni se en-cuentran. La apariencia dialógica de la conjunción (“y”) es disyuntiva en el sentido político que importa.

El doble discurso político con que el Partido (PCC) cultiva la doble moral hacia el seno de la sociedad cubana no permite que la Nación y la Emigración se identifiquen fuera de los códigos ideológicos del doctrinarismo contra-revolucionario que con inconfesable afán se profesa desde distintos ámbitos del Estado. La rotulación elegida para las conferencias con cubanos emigrados expresa la posición política de la burocracia doctrinaria que domina en el Partido y (por ende) en las relaciones de poder dentro del Estado cubano. Considerar las conferencias como re-unión o en-cuentro admitiría la noción política de diálogo mediante una denominación congruente: “la Nación y su Emigración”. Pero la idea política del Partido sobre la emigración no concibe el parentesco de primer grado de esos cubanos con la nación. La emigración en principio no es parte de la nación.

Y no es parte de la nación a pesar de ser considerada precisamente emigración, y no exilio, según admite la propia idea política del Partido sobre el enfrentamiento clasista reminiscente en la nación cubana. La idea de “La Nación y la Emigración” expresa la beligerancia del Estado cubano contra una parte de la nación cubana. Esa que decide con autodeterminación que la nacionalidad no puede ser encerrada en los límites de un Estado. La política migratoria actuará contra la afrenta expropiándoles a los emigrados los bienes adquiridos con su trabajo en Cuba y condicionándole los derechos de la nacionalidad. La burocracia beligerante la identificará como esa parte execrable que luego de aprovecharse de la patria la abandona[3]. La baja estima en que se llega a tener a la emigración cubana y el concepto de patria devela insondables sentires de la burocracia beligerante. ¿Vendría a ser la Patria esa prostituta despreciable de la cual se sirve ese emigrado, al usarla y abandonarla? En su alienación el emigrado recurrirá a ella una y otra vez como se vuelve a un prostíbulo, para obtener sus servicios y pagarle con el cinismo de su supuesta defensa, posiblemente como “mercenarios de nuevo tipo”[4].

¿Puede extrañar que de Cuba el que emigra saldrá con una carta de liberación, no con un pasaporte de ciudadanía; que a Cuba se entre según la discrecionalidad de la evaluación política, nunca con el derecho a la estancia ilimitada ni el de libre reasentamiento? La historia, también apresada en el Burocratismo de Estado, no tendrá otro remedio que perpetuar en inamovibles estrategias las tácticas revolucionarias de la lucha contra la injerencia estadounidense en los asuntos de Cuba. Lo que ayer fue una respuesta defensiva urgida, luego se asumirá como una doctrina, y así se vician sin miramientos las relaciones socio-políticas internas. Para la burocracia política la dialéctica materialista no pasará de ser una escaramuza en una guerra de guerrillas.

La emigración, sin embargo, retornará atraída por la fuerza gravitacional de lo que la antropología cultural identifica como “terruño”. Justamente la identificación natural que para el doctrinarismo burocrático constituye “presentarse como supuestos defensores de la Tierra que los trajo al mundo”[5]. El refrán popular se reirá en la cara de la burocracia beligerante que cobija y utiliza el Estado cubano y dirá de manera enjundiosa y jugosa: el emigrado como la cabra, tira p´al monte, como “tendiendo el manto emocional de la patria sobre los problemas de la nación concreta”[6] (J.C.Guanche, 2009). No por acaso Gloria Estefan, una emigrada a los 4 años y auto-exiliada en su edad adulta, le canta a la tierra. El mensaje trasciende lo político aún cuando la posición ideológica de la artista se alinea del lado combatiente contra la Revolución, tomando partido más por la Cuba posrevolucionaria de la Ley Helms-Burton que por la suerte de la nación cubana[7]. La tierra natural y de nuestros ancestros directos, contentora de toda la carga sico-emocional que conforma la especificidad idiosincrásico-cultural, se ubica y florece más allá de los constructos artificiales de nación y estado.

Pero la emigración volverá también traída por “los pelos” de mano de la burocracia estado-partidista dominante. Retornará, como irónica y picarescamente ella misma se autodenominó en un momento, cual gusanos convertidos en mariposas. Los copiosos flujos de entrada a Cuba de la emigración cubana residente en los EEUU significaban inyecciones de divisas (dólares) indispensables en una economía de la carencia aquejada por la recurrencia de las caídas y en camino de una creciente dolarización. Cuando la devastadora crisis económica de 1990-1993 amenazó no sólo la subsistencia biológica de la nación cubana, sino además la subsistencia del propio Estado Burocrático, la emigración, según el instinto filial de la humanidad insular de la que es parte, prácticamente puso a salvo ambas situaciones con las remesas familiares.

Al amalgamar premeditadamente nación con estado, el Partido evita designar la Conferencia (de “marras”, según la consideración que hacia la misma Conferencia profesan personeros de la propia burocracia)[8] con su verdadera identidad política: “El Estado y la Emigración”.

Los factores activos que llevan al arraigo de dicha contradicción son insuperables desde la idea del modelo de sociedad asentado en la concepción del socialismo monopolista de estado con que el Partido continúa acentuando la inviabilidad del proyecto socialista de nación.

Los esfuerzos por aunar voluntades políticas desde dicha concepción llevan a las fuerzas retrógradas que dictan las pautas políticas dentro del Partido único, no sólo a fomentar las contradicciones sistémicas, sino a alimentarles sus potencialidades antagónicas.

Cubana será la literatura de la emigración. No importa el grado de parentesco que oficialmente se les reconozca a los creadores ni el grado de auto reconocimiento cultural de los mismos con la nacionalidad cubana. Las autoridades institucionales cubanas declararán la legitimidad del apropiamiento de la obra como patrimonio cultural de la nación cubana. Gracias a esa voltereta política la nación ha de sentirse orgullosa de su emigración. El divorcio entre cultura y política es instrumentalizado artificiosamente en la creencia de que el impacto indirecto de lo primero (la cultura)en la conciencia nacional no será nunca tan subversivo como la explicitez de los contenidos de lo segundo (la política). De esa forma las primeras obras de Reinaldo Arenas (poniendo por caso trajinado) son reconocibles y hasta rescatables en el proceso de purificación del alma revolucionaria en el país. La autobiografía novelada “Antes que anochezca” (R.Arenas, 1990), más allá de su carácter o no panfletario e independientemente del drama del desarraigo de un intelectual cubano, más exiliado que emigrado, volcado en la misma, es demasiado explícita políticamente como para que pueda ser parte no ya del patrimonio nacional, sino siquiera publicada en el país. Es lo que les demuestran al Partido las experiencias de filmes cubanos como “La vida es silbar”, una vez habérseles permitido su paso hasta las pantallas a través de los filtros de la censura. A la salida del cine ese surrealismo socialista seguirá su marcha incólume sobre la tierra. Las lecturas ideológicas del cortometraje Monte Rouge[9] escapan a las posibilidades de la coacción política, como para que se pueda arriesgar la visión masiva en la programación televisiva. No es que esté mal que como pueblo-nación nos critiquemos en tanto objetos sociopolíticos, sino que la crítica verse sobre el sujeto de la beligerancia, la burocracia estado-partidista apoderada. La fragmentación de la vida comunitaria seguirá siendo una realidad.

Que el mensaje político de la obra cultural aceptada no pueda contra la coacción estructurada sobre el pensamiento común de los cubanos - individuado y colectivo - constituye el criterio de las verdades del Burocratismo de Estado. La insubordinación casi gremial de la intelectualidad cubana contra el relanzamiento en el 2007 de los fantasmas del llamado Quinquenio Gris que hace esa burocracia (del llamado “pavonado”, 1971), devenía una manifestación del miedo a la represión bruta más que cualquier expresión de concienciación sobre la emancipación del ser social en Cuba. Esa burocracia tomaba nota y, consecuentemente, una vez pacificado desde la coacción política el debate no autorizado (esa llamada “guerra de los emailes”), les daba las palabras a los intelectuales para la catarsis en otra conferencia del “Estado con la Nación”, el VII Congreso de la UNEAC (abril, 2008). Las representaciones del juego a la democracia se repetirán imperturbablemente. La creación cultural no es culturalmente subversiva, puede ser sólo reafirmativa o reaccionaria, es decir, moldeable por el poder del estado. La participación, culturalmente entendida, no es revolucionaria en sí misma. Es lo que antes ha demostrado el estado capitalista con su eficaz adocenamiento de las multitudes.

Veamos lo que hemos visto y el pensamiento político del Burocratismo de Estado no considera objeto de debate ni redefiniciones[10].

La emigración cubana - legalizada o ilegalizada - llega a sumar alrededor de 1,7 millones de cubanos, cerca del 15% de la sumatoria poblacional del país[11]. Cuba constituye uno de los mayores emisores de emigración en el mundo (entre el 5to y el 10mo). Pero más allá de la dimensión cuantitativa del problema, importa su naturaleza política.

La emigración que se da a partir del decenio de 1970 es una población en esencia con educación general elevada y preparación técnica competitiva. Es decir, una valiosa fuerza humana preparada en Cuba y que Cuba pierde. El concepto político por el cual en alto grado se pierde definitivamente es el que definen el Partido y el Estado como emigración definitiva. Así lo impone en la práctica el sistema cubano de democracia actualmente imperante. De Cuba se emigra definitivamente.

La esencia de la emigración ha sido políticamente criminalizada. La emigración ya no es en Cuba un movimiento natural en el espacio de las personas en busca del reacomodo de su existencia, según condicionantes objetivas y expectativas subjetivas. Por lo tanto, los emigrados cubanos sin necesariamente asumirse como exilio político, viven en estado de exilio sico-emotivo.

Desde el punto de vista ético, el problema es de profundo calado humanista: las familias cubanas se separan definitivamente, en tiempo y espacio. ¿Está logrando el objetivo de los EEUU la "política migratoria cubana"?. Puede buscarse, como se hace, un acuerdo migratorio con los EEUU, pero ello en ningún caso implica que Cuba tenga que tener alguna "política migratoria" para sus ciudadanos. Entonces, ¿de qué diálogos con la emigración puede hablar la doctrina política cubana de la emigración?

El concepto de “diálogo” así como la idea misma de “diálogo con la emigración cubana” responden al doctrinarismo anclado en la perspectiva política del fracasado “socialismo real”. Si el diálogo con la emigración alentado por Cuba en 1978 (básicamente con la asentada en los EEUU) tenía un sentido político histórico-concreto, su extrapolación a posteriori como doctrina política con la emigración (con la pauta de todas las posteriores conferencias “La Nación y la Emigración”), expresa la enajenación de la idea de democracia en el sistema político cubano.

El problema de la emigración cubana no es una cuestión que admita plantearse en términos de “diálogo” con la emigración. Esa idea expresa la concepción doctrinaria del socialismo cubano como una sociedad enclaustrada, en los mismos términos que lo definió la llamada Cortina de Hierro de la Guerra Fría. Sobre este problema he puesto a debate el trabajo “Cuba: el socialismo como sociedad abierta”[12]. El proyecto socialista cubano no puede mantenerse amarrado a los designios de la “guerra fría” de los EEUU contra el mismo.

La democracia socialista tiene que suprimirle el contenido sociológico burgués al concepto de emigración y, especialmente, a la emigración cubana.
Los cubanos en Cuba refieren que la segunda estrategia más usada para enfrentar la precariedad de la vida cotidiana es la emigración (la primera han sido los actos delictivos y los negocios ilícitos). Más del 60% de los cubanos que emigran apuntan a esa decisión como una estrategia para enfrentar la vida cotidiana. Sin embargo, atiéndase, cerca del 55% de los cubanos que no se plantean emigrar, definen normalmente esa estrategia como la más usada, y la mayoría de todos ellos la califica como la más eficiente[13].

Esa realidad habla acerca de otra falsedad ideológica: la cohesión sociopolítica sobre la que se supone se sostiene el proyecto socialista cubano. ¿Cuáles son las implicaciones que exigen atención política?

El cubano residente posee el mismo estatus de asalariado que el emigrante cubano en los países capitalistas. Ese estatus de trabajador asalariado en el capitalismo llega a constituir una solución eficiente a los problemas de la vida cotidiana del ciudadano en Cuba. Pero además, tan importante como ello,a sus expectativas de autonomía ciudadana. Es decir, que el cubano puede estar dispuesto a cambiar su estatus de asalariado en Cuba por el de asalariado en un país capitalista para mejorar su vida (mediante la subsunción en un sistema económico de mayor desarrollo), aún al costo conciente de pasar a ser explotado por patrones privados. Y esa realidad sociológica expone con cruda claridad la fragilidad de la cohesión sociopolítica interna alrededor del proyecto socialista cubano. Por cuanto el fenómeno lo que viene es a reforzar aquellas ideas dentro de la sociedad que llegan a ver en el sistema de trabajado asalariado capitalista la solución para Cuba. En síntesis, la percepción social, legítimamente, aprecia que realidad y expectativas en ese capitalismo no se riñen a priori, no constituyen una antinomia por definición.

El estatus de asalariado en el capitalismo subordina económicamente al trabajador, esa es la condición que le obliga a pedir permiso para vivir al propietario privado. Pero el estado burgués se ha cuidado de no restringir más allá de ello la autodeterminación del ciudadano. En ello consiste la falacia de la democracia burguesa. De igual manera el trabajador asalariado en Cuba, subordinado económicamente al estado, tiene que pedir permiso para vivir. Pero el Estado Burocrático (burocratismo de estado) va más allá. Ese Estado supuestamente socialista no permite ni la autogestión económica ni la autodeterminación ciudadana. Y en ello radica una tercera falsedad ideológica del sistema de democracia establecido.

La complejidad de ese problema no admite espacio para la propaganda vulgar a la que la burocracia política quisiese echar mano. Puesto que los servicios sociales básicos, educación y salud, son desde hace mucho realidades de aplicación universal y de calidad en países capitalistas industrializados. La sociedad cubana ya no se compara con las realidades de los países capitalistas del llamado tercer mundo. Esa proyección del conciente social en Cuba es a la vez el fruto y el reto del Proyecto Socialista cubano.

El caldo de cultivo para las fuerzas que pugnan por la reversión capitalista en Cuba permanece de esa manera servido. El oportunismo anida en el doctrinarismo de la burocracia que impone las pautas políticas. Puesto que el poder económico fáctico está en las manos de la elite que regenta el modo de producción estado-centrista. La contrarrevolución declarada que se recrea en el cultivo de la abierta oposición ideológica es su aliado natural.

Al Partido le tiene que interesar la evaluación política del fenómeno socioeconómico de la emigración. La burocracia política enjuga el problema de fondo en las aritméticas. Por cuanto la emigración cubana aún siendo considerable no es la mayor en la región, el problema es intrascendente - se complace en declarar la burocracia política. Sin embargo, contrariamente a como tiende a auto engañarse el pensamiento doctrinal estado-partidista, la naturaleza de la emigración cubana es política. Es lógico que esa constatación descoloque a la burocracia y ponga en alarma de combate a sus comisarios políticos. No está a su alcance entender que emigrando de Cuba no se emigra de un sistema político cualquiera, se emigra de un sistema político que se auto define como socialista. Se emigra, de la alternativa al capitalismo. El resto de las emigraciones económicas en el mundo constituyen una emigración intra-capitalista.

En consecuencia, lo que el pensamiento revolucionario marxista precisa analizar es el significado político correcto de la emigración cubana: se emigra de un socialismo monopolista de estado. Se emigra de un sistema que constituye la antinomia del socialismo protagónico y libertario. Ahí está la verdad objetiva, por incómoda que sea.
La democracia socialista - antítesis del Burocratismo de Estado - es para Cuba la única alternativa capaz de romper esas ataduras y lograr la conciliación cubana.

¿Cómo armar un diálogo legítimo con la emigración si no se practica con la nación? Es decir, si la sociedad cubana no llega a ser un interlocutor en plena igualdad de derechos con el Partido y el Estado. De otro modo: ¿cuál puede ser el problema objeto de diálogo como no sea la consideración de la emigración cubana como parte inalienable de la nación cubana? O sea, ¿qué derechos se le reconocerían a la Nación que no mereciere serles reconocidos a su Emigración? No hay imperativo de política migratoria alguna allí donde la emigración es parte de la nación.

Por consiguiente,“para que Cuba haya de andar con todos y para el bien de todos, ha de ser ante todo ara y no pedestal. La República Socialista puede ser sólo ara. Un estado capitalista será siempre pedestal. Bajo un consenso social de tal naturaleza política la conciliación cubana es no sólo perfectamente posible sino necesaria. La virtud del Estado de Derecho socialista será su capacidad de inclusión política. La República Socialista está llamada a ser albergue fecundo de las naturales diferencias del ser social. La Revolución social cubana le ha creado al Socialismo hoy un campo de cultivo humanista que puede y debe ser sabiamente abonado”[14], y no expropiado por la burocracia ilegítima.

La viabilidad del empeño pertenece a la Nación y está en la democracia socialista. La burocracia, siendo inherente al constructo político llamado estado, puede legitimarse sólo como servidora de la sociedad en el Estado de Derecho socialista, y no como instrumento de poder sobre la misma. La socialización del poder económico mediante su transferencia del Estado a la Nación constituye la condición objetiva sin la cual no se podrá aspirar en Cuba a una sociedad de iguales.

El debate abierto, transparente y democrático sobre las patologías estructurales sociopolíticas y económicas de la realidad cubana constituye la única garantía de control social sobre el desenvolvimiento y el rumbo del Proyecto Socialista.

Roberto Cobas Avivar



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[1] Así lo expresa uno de los destacados voceros de la burocracia reaccionaria cubana, Noel Manzanares Blanco; ver:http://www.kaosenlared.net/noticia/diferente-mafia-gusano-yanqui

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