domingo, noviembre 08, 2009

AYUDA MULTIMILLONARIA, ECONOMIA Y TENDENCIAS

Ayuda multimillonaria, economía y tendencias
Por Lorenzo Gonzalo, 5 de Noviembre del 2009

La ayuda multimillonaria entregada al sector financiero es una carga tremenda para la población estadounidense.

La falta de regulación ha dado lugar a que algunos de esos miles de millones de dólares sean utilizados para compensar a ejecutivos y empleados privilegiados de la banca.

Miles de millones entregados a personas, cuyos trabajos no justifican una milésima de los dineros recibidos, reflejan la corrupción inherente al sistema. No hace falta violar la “ley” para robar o hacer uso de fondos ajenos.

Aunque la ayuda no es una regalía, sino un préstamo proveniente de los contribuyentes, cuyos intereses deben ser pagados con intereses fijos y en los plazos correspondientes, se supone que la misma ha sido hecha con la intención de levantar la economía en la mayor brevedad y no para satisfacer la vanidad personal de gente, más interesadas en sus extravagancias e indolencias, que en aquellas empresas con problemas que administran.

Pero, a pesar de esta anomalía ruin e irrespetuosa de semejantes ejecutivos, sin ese dinero la banca se hubiese hundido y el sector financiero, donde se sustentan las operaciones de la economía actual, sea de orientación capitalista, socialista o de cuánto nombre inventemos, habría terminado en desastre.

La mayoría de los economistas piensa que el estímulo no fue una buena idea, pero la mayoría también admite que de no haber existido, las cosas pudieran haber sido peores.

Esta importante actividad humana, esencial y punto de partida del resto de los sectores que componen la sociedad, no es objeto de previsiones científicas, como sucede con el lanzamiento de un cohete al espacio o el resultado final de aleaciones químicas determinadas. Su exactitud es relativa, aunque el conocimiento de las tendencias que conforman sus leyes, permite actuar dentro de márgenes de seguridad.

La parte negativa del rescate financiero, de la cual hablan quienes se abroquelan en posiciones ideológicas, es que muchas corporaciones irresponsables y culpables a su vez de la crisis, recibieron ayudas que comenzaron en época de Bush y continuaron con Obama. Pero no es menos cierto que, buenas, regulares o susceptibles de otro tipo de medidas, la economía estadounidense se salvó de caer en otra Gran Depresión, a pesar de haber atravesado la crisis más grande de los últimos ochenta años.

Sin negar la responsabilidad de las grandes corporaciones, principalmente estadounidenses, en esta crisis mundial, la realidad es que no es fácil concebir que la voz del sentimiento nacional hubiese renunciado al llamado de “sálvese quien pueda”.

En medio de la crisis era difícil pensar que Estados Unidos fuera a utilizar sus recursos para paliar los problemas que en gran medida crearon sus corporaciones en los países más indefensos. Lo racionalmente esperado era tomar acciones que hicieran posible mantener en marcha la economía propia, aun a costa de sostener a flote aquellos sectores enfermos, cuyo futuro es cuestionable, pero que son importantes en el marco actual de las necesidades laborales y productivas. La industria automotriz, entre otras, no podía ser abandonada y el mercado de casas tenía que ser estabilizado. Una gran parte de la ayuda entregada a esos sectores implicó un compromiso para invertir en energías renovables, en la creación de tecnologías para combatir la polución, nuevos criterios de transportación individual, colectiva, comunicaciones y muchos otros más. Ese enfoque no sólo está orientado a la creación de fuentes de trabajo, sino a la contención de dificultades futuras entre ellas la de una explosión social, que la sociedad estadounidense quizás no manejaría con la misma racionalidad que las sociedades europeas.

La economía es transformable pero no admite ser detenida en el tiempo para empezar desde cero un nuevo proceso, porque hasta hoy, hacerlo de esa manera, ha demostrado consecuencias negativas.

El rescate de muchos de los grandes culpables del desastre económico mundial (que no sólo lo ha hecho Estados Unidos), quizás no era la única avenida posible o la mejor, pero ha servido para mantener andando la economía.

La crisis por su parte, ha despertado la necesidad de elaborar nuevos enfoques económicos y la reevaluación de muchos conceptos políticos.

En la ruina ese despertar no hubiera sido posible, porque cuando el ser humano se hunde en un pantano, generalmente reemplaza toda su capacidad de raciocinio por la fuerza.

A los apocalípticos y soñadores de pasadas épocas, en que todo se resolvía con el machete en la mano, decapitando reyes, o entregando vidas frente a la brutalidad de represores acéfalos, debemos señalarles que la crisis, manejada con mayor o menor acierto, representa una nueva ventana hacia el futuro.

Siempre las crisis han sentado bases para un mañana renovado. Tras las grandes crisis, a mediano y largo plazo, las problemáticas sociales han acumulado en su haber una mejor administración de la justicia.

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