miércoles, julio 22, 2009

BARCELONA, UN PUENTE ABANDONADO, ECOCIDIO O VERSIÓN DE UN IDIOTA

Desde Venezuela


BARCELONA, UN PUENTE ABANDONADO, ECOCIDIO O VERSIÓN DE UN IDIOTA

Mensaje y memorial de un compatriota a Tarek Williams Saab


ELIGIO DAMAS


En este mismo espacio, inserto tres artículos, escritos hace más de treinta años; tanto que fueron publicados en el desaparecido “Diario de Oriente”. Ellos se encargan de enfatizar sobre lo que expresa el título arriba escrito. La publicación, aprovechando la generosidad de los medios a los que he de acudir, salvo el Blog de Eligio Damas, tiene el fin de dar a conocer a las nuevas generaciones y recordar a las viejas, como aquí, partiendo del proceder insensible y mercantil de los políticos de la vieja república, se cometió un crimen ecológico o ecocidio, sin que nadie, salvo “algunos idiotas”, como el suscrito, manifestasen su actitud de inconformidad o desacuerdo.
Y creemos oportuno hacerlo, precisamente cuando el actual gobernador del Estado Anzoátegui, Tarek Williams Saab, acaba de promulgar un decreto mediante el cual declaró “Patrimonio natural y ecológico a la laguna de los Boyacá”. Gesto a favor del ambiente, nunca visto en los últimos cincuenta años, de parte de una autoridad regional
Lo hacemos también como un lamento, porque nos cansamos de luchar para que al espacio que se describe en los artículos que siguen, igualmente se le diese el mismo tratamiento. Así mismo como, junto con Emiro García Rosas, dimos combates por la laguna de Píritu, la misma que recientemente volvió a aparecer en los titulares de prensa como víctima de los insensibles.
El espacio del cual aquí se habla, es el hoy llamado “Puente Real” o “Puente de los Españoles”, como se le llamó en antaño. Consistía en dos lagunas naturales inmensas siempre llenas que alcanzaban su mayor nivel en las épocas de lluvia. Entre ellas uno podía ver y visitar el puente de piedra, al que llamaban “Puente de los Españoles”, que aún allí acurrucado está, esperando con miedo que lleguen a tumbarlo, debajo del cual se desplazaba una corriente de agua que unía a las lagunas.
Empezaron por construir la llamada avenida costanera, lo que creó una separación artificial y cultural entre las dos lagunas; al mismo tiempo hicieron el puente de hierro. Eso no estuvo mal. Pues se trataba de unir dos polos poblacionales que crecían y sin alterar en demasía aquel espacio. Pero a partir de ese momento, se desarrolló una criminal estrategia que acabó con el bucólico paisaje que allí había y nuestro sueño que fuese asiento de un parque para el esparcimiento de todos y orgullo de los barceloneses.
Pese a las advertencias que hicimos, la ignorancia, insensibilidad oficial y hasta la falta de amor por el entorno, se transformó aquel paisaje en lo que ahora es. Para algunos es desarrollo y civilización, para otros barbarie, deshumanización, ecocidio, mamotreto, mal gusto y ganas de amargarle la vida a los demás, por hacer unos pingues negocios.
El puente todavía allí está. Es de muy vieja data. Pero quizás, por haber estado siempre escondido, antes entre matorrales y ahora como por un calculado proceder, entre promontorios de tierra, las gentes de este pueblo, hasta los aquí nacidos, han ignorado. Tratado con el mismo desdén e insensibilidad que a la laguna.
Por supuesto, a esta idiotez nuestra, se le responde alegando “con suma sensatez y lógica impresionante” que esas son demandas ineludibles del desarrollo. Destruir el ambiente natural, talar, rellenar lagunas y hasta un río, todo eso se haría si “fuese necesario y el progreso lo demanda”.
Y ese pensar prevalece, aun en ciudades como Barcelona, donde los espacios abundan para esos proyectos sin causar daño alguno. El problema es que estos casos, posiblemente demanden mayor inversión y ofrezcan menor ganancia a corto plazo. Barcelona y Lechería, ya sin esfuerzo ni tardanza, constituyen polos para atraer consumidores en abundancia. El espacio del cual hablamos, para el buen entender de quienes el área no conocen, une las localidades antes mencionadas. Como decimos en lenguaje coloquial, “ya el mandado estaba hecho”.
Sin más, leamos lo que sigue; porque siempre es bueno decir como Kotepa Delgado, “escribe que algo queda”.

I ACTO


S.O.S POR EL PUENTE DE LOS ESPAÑOLES

Eligio Damas


¡Ven pronto papá, me encontré un puente! ¡Apresúrate y explícame cómo pudo haber llegado esta cosa hasta aquí!
Mi hija mayor, que pese a eso, todavía era una niña, me habló desde un pequeño bosque de cujíes y me obligó a girar rápidamente hacia la dirección de donde venía su voz. Con prontitud, me moví hacia mi lado derecho y quedé sorprendido, como cien metros más allá de donde ella estaba, había un puente.
Eso sucedió años atrás, en un diciembre y día domingo que organicé una excursión familiar con mis hijas, pequeñas aún, con el propósito de recoger cardones, tunas y cuantas xerófilas del tamaño adecuado nos fuese posible para adornar nuestro nacimiento, de acuerdo a la vieja tradición de mi barrio cumanés. Siendo niño escuché en mi lugar de nacimiento y vida de los años más allá de la adolescencia, infinidad de veces, que Jesús nació en una cueva de un cerro árido, erosionado, tanto que el suelo dejaba ver conchas de mar y cuya vegetación predominante y casi exclusiva era la xerófila. El ambiente pues, no era ni más ni menos, como el del cerro que bordea al sur a la ciudad del Manzanares.
Por ese llamado urgente de mi niña llegué allí y pude ver al puente por primera vez. Ya en esa época estaba oculto ente cardones y cujíes. No estaba a la vista de la gente. Confieso mi ignorancia, desconocía su existencia. Y es que los barceloneses, aún los más decididos defensores de los viejos valores de la ciudad, poco o nada hablan de él. Pero está allí como escondido, eludiendo a los visitantes de la casa. Como hijo bastardo y morganático de familia de lustre.
Razón tuvo mi pequeña hija de decir “me encontré un puente”; casi nos lo tropezamos. ¡Parecía una cosa perdida! Por eso mi hija quiso que le explicase cómo había llegado aquello allí.
En verdad aún parece una cosa extraviada. Como si hubiese llegado lanzado por una fuerza descomunal. El ambiente que le rodea, desolado, aparentemente no guarda ninguna relación con aquella estructura sólida, construida con materiales que nunca debieron encontrarse por esos lados; de línea arquitectónica sobria pero hermosa y sobre todo, en medio de una tupida red de cujíes, cardones de más de dos metros de alto y un amontonamiento de tunas. Todo ello habla de una edad avanzada. Sólo se concilia con la agónica huella debajo de su arco, de lecho de un río o ramal de laguna ya relleno por diversos materiales criminalmente allí lanzados. Únicamente lagartijas, iguanas y algún deambulante como nosotros, transita por allí.
Pero él, con su porte modesto pero elegante, no borrado pese a la acción brutal y constante de los elementos naturales y la indiferencia nuestra sigue allí. Es su obligación y responsabilidad dejar constancia de nuestra historia y lo es también reclamarnos que lo admitamos como nuestro.
¿Por qué los barceloneses lo han olvidado? ¿No está ligado a la vieja historia de la ciudad? ¿No es una de las primeras obras de la arquitectura de Barcelona, si no colonial por lo menos de la vieja ciudad post independentista? Ese puente es también el recuerdo de un puerto que por allí hubo y una vieja aduana. Es un libro abierto que habla también de la historia de la economía de Barcelona y su entorno; punto de enlace entre la actividad ganadera del sur, las regiones del llano y el mar.
Ahora que se ha prolongado la avenida “5 de julio”, hasta más allá del puente, sería maravilloso, para memoria de la ciudad, para la promoción turística que se hiciese algo por restaurarlo y conservarlo.
¿Por qué no se le repara bajo la supervisión de un especialista en obras de esa naturaleza? ¿Por qué no se construye alrededor suyo un parque y se procura que las aguas de las dos lagunas, como antaño, circulen bajo su arco?
La vieja ciudad sonreiría, los buenos barceloneses, que se formaron bajo la idea que por estar “tan lejos” el puente nunca les perteneció, también sonreirían y la institución y los hombres que concreten esa obra dejarían una huella tan firme como el puente mismo.

II ACTO

EL PUENTE DE LOS ESPAÑOLES

Eligio Damas

¿Te acuerdas Pablo Aguilera, cuánto escribimos clamando por ese puente? ¿Y por las hermosas lagunas que, cercanas a él, se llenaban de corocoras y majestuosas garzas? Hablamos a las tapias, como unos verdaderos idiotas, ilusos, para que allí se construyese un parque y hasta un acuario, a tono con el carácter de ciudad turística que se ha soñado en darle a Barcelona. Pero por esas cosas poca gente se preocupa.
La avenida Costanera, adefesio que nunca ha estado firme y monumento a la desidia, corrupción e impunidad, dividió en dos a cada laguna. Y pese a eso, cuatro se mantuvieron vivas; aves de diversos colores, de todos lados, allí siguieron arribando. Mientras tanto, el viejo puente soportaba la humillación de las inmundicias que a diario le lanzaban con la anuencia del Concejo Municipal, luego de la alcaldía y todos los gobernadores; porque la idea era sepultarlo para vender esos terrenos o apropiárselos.
Y llegó el momento de venderlos barato a cambio de favores o cederlos, como en efecto se hizo entre correligionarios, como premio por los servicios prestados a la casta hasta ese momento gobernante. Muchos militantes de los dos partidos gobernantes, fueron condecorados cediéndoles barato o gratis, sus respectivos lotes de terreno. Y rellenaron sin misericordia alguna las lagunas. Se nos fue aquel bello espectáculo, porque jamás la multicolor y cantarina escena volvió a verse en los alrededores del puente. Pero no se atrevieron a derrumbar al terco aquel. Les dio como vergüenza o quizás, un poco de temor.
El puente siguió allí. Era un fastidio. Un testigo, intruso imprudente que no permitía el progreso. Es decir, usar los terrenos adyacentes, los pocos que quedaban, para los mismos fines. Las garzas, corocoras y todas las aves que allí se congregaban, al rellenar se fueron. Pero no él. “Aquí me quedo para acusarles de todos los crímenes de los que he sido testigo”, murmuró vengativo y rabioso.
Pocas personas tiempo tuvieron de reflexionar sobre ese asunto. Cuando lograron percatarse de aquel crimen, ya todo estaba consumado.
Uno, Pablo y otros pocos amigos, dejamos de hablar de aquel asunto. No había eco. Era obvia la insensibilidad de la gente del gobierno. ¿Qué importa un par de feas y lánguidas lagunas que pocos camiones de relleno atosigan? ¿Y por qué, en lugar de espacio para pájaros cagones, no construimos hipermercados, tiendas y consolidamos el progreso? Cuando hablaban así, se referían en tono despectivo contra quienes al puente y las lagunas defendíamos y decían, “esos son unos pendejos. Y a ese condenado puente le llegará la hora”.
¿Te acuerdas, Pablo?
Pero todavía a tiempo estamos. Algo puede salvarse. Y en efecto, la esperanza renace cuando se lee en la prensa regional que el ejército saldrá en defensa del puente. Y quien expone el plan, ofrece cosas, si no como uno las soñó, por lo menos de algo digno se trata.
Después de devolverle su majestad, rescatarlo de la inmundicia, rehacerlo de acuerdo a procedimientos técnica e históricamente válidos, adornar adecuadamente su entorno, se espera que cuándo se proceda a poner ese espacio al servicio del público, no concurran allí a tomar cámara quienes tanto lo humillaron.
¿Pablo, no podríamos hacer que retornen las aves?

Nota: Queda en evidencia, por lo recogido en la nota anterior, que hubo la intención de hacer un trabajo de rescate y restauración del puente. Esa vez, como otras, sólo fue eso, un intento.

III ACTO

¡ALERTA! EVITEMOS UN ECOCIDIO EN BARCELONA
Eligio Damas


Yo fui testigo en mi infancia de un crimen monstruoso. Por eso a esta edad mía, sé bien cuánto duele ver desaparecer algo tan fascinante y vital como esas lagunas de la avenida Costanera. Nací muy cerca de una laguna parecida, aunque de mayores dimensiones y de un manglar de hermosura y riquezas indescriptibles. La ferocidad, ignorancia y autoritarismo del gobierno de Pérez Jiménez, destruyó aquel paisaje, cometiendo el mayor acto de vileza que en mi ciudad natal y en mi infancia tuve la desdicha de presenciar. ¡Y aquello, se hizo en nombre del progreso!
Bien sabe uno que los criterios mercantiles, utilitarios y pragmáticos, que de paso se suelen inculcar en la escuela, presumen ser más racionales y estar por encima de los otros. Pero es a ellos a quienes se debe la destrucción del equilibrio ecológico, los más bajos y violentos actos de agresión a la vida y al planeta todo. Los guerreristas por lo general presumen de inteligentes y racionales –recuérdese fascistas y nazis- y no son más que resentidos, cargados de odio, cálculos innobles y mediocridad.
Esas lagunas de la avenida Costanera, que la acuciosidad de ese buen periodista que es Pablo Aguilera, identificó como la próxima víctima de los ecocidas, ofrece uno de los más hermosos escenarios que en nuestra ciudad hay. Lo son ellas por sí solas, con su extenso remanso de agua, por las bandadas de aves multicolores que allí se convocan en la mañana y en la tarde y es el único oasis que aquí existe.
Algunos ilusos habíamos soñado – todavía lo hacemos- que allí se construiría un parque para el solaz de quienes aquí vivimos y porque un área con vocación turística, no sólo necesita hoteles. Además, allí en medio de aquel paisaje lleno de pájaros casi permanentemente y xerófilas, de lo más bello que hay en la ciudad – no es culpa nuestra que algunos estén impedidos de apreciarlo así- está el “Puente de los Españoles”, por el cual tanto hemos clamado. Y él, pese a que quieran ignorarlo, es una reliquia histórica.
Es pedagógico y obligatorio que el MARNR –Ministerio de los Recursos Naturales Renovables - , tantas veces cuestionado en estos días, las entidades oficiales y privadas de carácter científico, ecologistas, entes encargados de promover el turismo, etc., analicen este asunto y fijen su posición.
¿Es legal la venta de un terreno, lecho de una laguna natural y ambos hábitat de una cuantiosa y exquisita fauna? ¿Es racional y humano que el Concejo Municipal venda un terreno de esas características que queda a menos de kilómetro y medio del casco central de la ciudad? ¿Puede la decisión de un organismo de esa naturaleza privar a toda una ciudad de ese recurso invalorable? ¿Se le puede permitir a un particular, alegando derechos recientemente adquiridos, rellenar una laguna y cometer un ecocidio? ¿No preocupa esto, tomando en cuenta la reciente tragedia de Caracas, por la que los concejales que aquella venta hicieron y concedieron los permisos de construcción, hoy estén seriamente cuestionados? ¿El derecho a la propiedad justifica el ecocidio?
Y ahora, tengo que confesar que me asalta una duda. ¿No habrán vendido el espacio donde está el puente? **
Me asusto- en verdad es así- de sólo pensar que se haya cometido ese atentado.
Los integrantes del actual Concejo Municipal de Bolívar, a quienes supongo sensatos, la Asamblea Legislativa, los partidos políticos, sobre todo aquellos que uno espera que algún día caminen sobre la tierra y todos quienes aman esta ciudad deben aclara este asunto. ¿Por cuánto vendieron esos terrenos?
Esta sospecha nuestra no es nueva. Comenzó a germinar al comprobar la indiferencia oficial frente a tantos reclamos por el abandono del puente. Hasta el obispo de Barcelona, angustiado ha reclamado. Y se fortalece la sospecha que al parecer la laguna fue vendida a un comerciante árabe.
¿Qué triste será para las nuevas generaciones y los jóvenes de ahora, evocar algún día que allí hubo un puente colonial o post independentista hecho de piedras y dos lindísimas lagunas naturales con parloteos de pájaros que destruyeron para darle espacio al “progreso” de concreto y en beneficio de alguien que de nosotros se ríe. Repite y repite, con sobrada razón, “esos son unos idiotas”.
Con suma tristeza recuerdo el bello manglar y “cantarinas” lagunas de la playa de “Castillito” en Cumaná. Pero allá en mi infancia, aquel gobernador, empleado del tirano, no tuvo oposición y tampoco conciencia de su barbaridad. Hasta es posible que no hubiese hecho ningún negocio.
Perdón a quienes tuvieron la paciencia de revisar esto; uno no dejará nunca de ser idiota, no hay otra alternativa.

**Nota: Ahora mismo el puente está dentro de un espacio cercado y atropellado por tres enormes promontorios de tierra. ¿En verdad lo habrán vendido?

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