domingo, abril 12, 2009

YO FUNDÉ A EL PILAR

Desde Venezuela


YO FUNDÉ A EL PILAR.

ELIGIO DAMAS

El veintidós de marzo, días atrás se cumplieron trescientos treinta y cinco años que fundé a El Pilar.
Vine y traje conmigo todo el vigor que le pertenece a un joven. En aquella medianía del siglo diecisiete me acompañaba un ansia inmensa de fundar pueblos y adoctrinar almas en la fe de nuestra madre iglesia. Pero en estas latitudes, donde la temperatura es marcada y permanentemente elevada, uno está más cerca de ser agobiado por la astucia del Demonio y él se ensañó conmigo en aquella, mi primera visita a esta parte del mundo. Al joven fraile que salió de su bendita provincia de Andalucía a servirle al señor y a nuestras majestades, los reyes de España, a mi mismo, al reverendo padre Fray Diego de Rivas, el Demonio se hastió de agredirlo. Primero me provocó un extraño mal que hizo que desaparecieran de mi las ganas de ingerir alimento; fue tal mi inapetencia que disminuyeron ostensiblemente mis carnes, mis fuerzas y la piel se me adhirió a los huesos. Más tarde, cuando empezaba a reponerme, a recuperar el ánimo juvenil y el amor por mi causa, de nuevo el Maldito me atacó e hizo que de pronto aborreciese el uso del arado. Entonces entré en meditación profunda, en reflexión circular y recurrente por mi indisposición para el trabajo; pasé noches tras noches torturándome, sintiéndome culpable por mi conducta indiferente. Así, viendo a la luna aparecer tras del día, pasé tanto tiempo que temí por mi vida o que terminase por abandonarme a prácticas malignas. Me sentí derrotado y hube de volver a mi querida provincia natal en busca de socorro.

Más tarde, ya recuperado, estando en mi tierra sevillana, decidí volver a esta parte de América y una vez aquí, solicité al reverendo padre comisario apostólico de las Misiones de Píritu, me concediese la licencia para predicar nuestra fe entre los infieles. Salí y reduje a muchos de éstos, comenzando por varios de sus principales y, con ellos reunidos, fundé un pueblo bajo la advocación de Nuestra Señora del Pilar de Guaymacuar, "que dista del pueblo de Caigua dos leguas al nordeste y seis al Sur de la ciudad de Barcelona", el día de gracia del veintidós de marzo de un mil seiscientos setenta y cuatro.
Entonces mis noches se llenaron de sueños, mi cuerpo de músculos y todas las ansias de servir al señor, de apaciguar infieles y reducirlos para la santa madre iglesia y la soberanía de nuestras majestades, entraron en mi cuerpo y desde adentro me empujaban. Y este esfuerzo mío de reducir y adoctrinar al jefe cumanagoto Characo y a su mujer Charantala y otros principales, a quienes me llevé hasta la quebrada de Gauymacuar o lugar de las lagartijas a fundar el pueblo de El Pilar, repercutirá unos cuantos años más tarde en la fundación de otros pueblos de estos lados. Por mediación mía, un Reverendo (Francisco Alvarez, natural de Zaragoza o Fray Tomás Guerrero el 1687­ la identidad exacta del fundador se me extravió en la memoria y ahora no tengo interés en ser preciso ­ se trasladará al valle de Guantar para fundar allí con indios tagares y cumanagotos el pueblo de Nuestra Señora del Amparo de los Pozuelos. Lo llamamos así, Pozuelos, por los manantiales de agua de los cuales los indígenas se abastecían del líquido. Este nombre de Pozuelos, que nosotros los conquistadores y adoctrinadores venidos de la península Ibérica le asignamos, subsiste hasta hoy, pese a que en la cantarina lengua de los primitivos habitantes se llamó Echiniquar al espacio que va del pie de la montaña ­ este pequeño promontorio que forma parte de lo que ahora se llama ramal oriental de la Cordillera de la Costa ­ hasta la orilla del mar. Y fundamos ese pueblo, también por iniciativa del gobernador de la Provincia de Cumanà, para que sirviese de estación de descanso y aprovisionamiento a quienes transportasen ganado a ésta desde Barcelona.
Y en este discretamente elevado pie de monte, que aún así fatiga cuando uno lo remonta, nació la población de Pozuelos para protegerla de las embestidas del mar.

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