miércoles, octubre 10, 2007

¿POR DONDE EMPEZAR?

¿ Por dónde empezar?

Desde Cuba
Por Rogelio Fabio Hurtado

Se pregunta el columnista Luís Sexto en su habitual sección del Diario Juventud Rebelde, a propósito de las radicales reformas que demanda el presente modelo de Socialismo para probar su superioridad respecto al Capitalismo, sobre todo en el terreno de la producción de alimentos. Está más que claro que, al menos entre nosotros, esta es una asignatura donde el suspenso se ha tornado crónico.
La propiedad de la tierra está, desde hace muchos años, mayoritariamente en manos de la administración estatal, la cual, además, impone también su control sobre la porción que permanece a disposición de los llamados pequeños agricultores, quienes al parecer no pueden o no quieren elevar su producción, pues les resulta más sencillo y provechoso seguirse beneficiando de la escasez, que encarece los productos y garantiza su ganancia sin asumir riesgos económicos. .A su vez, la burocracia estatal se lleva parte del botín, mediante el impuesto que se le aplica al vendedor en los mercados libres y no consigue competir de ninguna manera con el particular, dándose por satisfecha con la cuota normada mensual, efectivamente subsidiada pero insuficiente para responder a la necesidad real de alimentos de la población, que se ve obligada a entrar en un mercado de oferta y demanda propio del capitalismo monopolista con sus estrictamente limitados ingresos socialistas. El resultado de esta combinación es la carencia crónica de alimentos en la mayoría de las mesas cubanas, cuadro cotidiano que a la larga repercute sobre el estado de salud de la población. Por lo tanto, no estoy descubriendo el mediterráneo si afirmo que la necesidad de aumentar los niveles de producción agrícola es perentoria y estratégica.
En más de una ocasión, se han anunciado proyectos para revertir esta situación, pero la verdad es que no hemos visto en la práctica los resultados. Se han tomado medidas de elemental sentido común para que los productores puedan cobrar sin dilaciones lo que justamente les corresponde y demás, pero el hecho es que la oferta en la mayoría de los renglones permanece congelada frente a la demanda y esto le impone a la masa de asalariados y jubilados, cuyos ingresos permanecen estancados, un sacrificio serio, de boca y de bolsillo. Los aumentos decretados años atrás han sido absorbidos por los pagos mensuales correspondientes a los refrigeradores chinos vendidos masivamente como parte de la llamada revolución energética y por el incremento de los precios en algunos renglones normados, como el café.
Descrita la situación, pasemos a especular, como sufrientes que somos, acerca de las posibles vías de solución, que no podrán ser ni aisladas ni superficiales, dado lo generalizado del mal y el modelo socioeconómico implantado en todo el país.
Tampoco ganaremos terreno si desechamos a la tremenda todo lo hecho hasta ahora para embarcarnos en la ilusión de reconstruirlo todo nuevamente, atribuyéndonos poderes y cualidades sobrehumanas. Este empeño requiere de la voluntad, de la sensatez y, sobre todo de la honradez personal de muchos cubanos, puestos en común a reflexionar y a discutir públicamente, para que las decisiones que se alcancen estén puestas a la consideración de la totalidad del pueblo. Nadie piense que una comisión de iluminados reunida a puertas cerradas va a resolver el enigma ni que la escasez crónica podrá ser remediada de un año para el otro. Sin embargo, precisamente por eso es que urge comenzar la tarea renovadora.
Parece oportuno garantizarle de entrada la inmunidad política a todas las personas que han trazado las pautas organizativas y tomado decisiones en el campo de la agricultura durante las pasadas décadas, para que expongan sus criterios y sus juicios críticos públicamente, puesto que el resto de la población sólo conoce los mediocres resultados, pero nada respecto a los fundamentos de las normas y medidas establecidas. Sólo disponiendo de ese caudal de información podremos aproximarnos a un diagnóstico y a un tratamiento adecuado. No menciono la inmunidad penal, pues francamente no creo que la corrupción administrativa sea hoy la culpable de nuestros desaciertos. Tampoco pondría a la incapacidad técnica en el banquillo, pues el sostenido esfuerzo para dominar y aplicar las técnicas y tecnologías más contemporáneas nunca ha faltado en el país, cuya fuerza de trabajo goza de un alto nivel profesional y técnico.
Aunque los promedios salariales no puedan considerarse elevados, tampoco creo que la raíz de la insuficiencia esté determinada porque “ya la gente no quiera trabajar duro”, si bien será imprescindible para el éxito de cualquier reforma que los trabajadores efectivamente se dispongan a pegarse duro, siempre que estén muy real y concretamente estimulados a hacerlo. Esperar, incluso exigir, de la masa trabajadora un esfuerzo extra permanente motivado por la conciencia personal de cada trabajador es un bello error idealista que los burgueses jamás han cometido
La clase trabajadora cubana de la década del 60, nacida y forjada dentro del régimen capitalista anterior a 1959, nunca se negó a realizar esfuerzos laborales prodigiosos con carácter puramente voluntario, lo cual demuestra, a mi entender, que las relaciones de producción y las formas de propiedad no determinan necesaria y mecánicamente las conductas de las personas. Por otra parte, tras casi 50 años de monopolio estatal de la economía y de todas las esferas de la vida nacional, ¿Es la población cubana de hoy, formada bajo esas relaciones de producción realmente más desinteresada y más dispuesta al sacrificio en pro de la sociedad?
Creo que con la respuesta sincera a esa pregunta, podremos ponernos en camino.
En una segunda aproximación al tema, Sexto establece diferencias entre propiedad capitalista, propiedad estatal y propiedad social de la tierra, definiéndose como partidario de que esta última se combine con la privada de los miembros de los pequeños agricultores, ambas bajo la rectoría de la propiedad estatal, pese al más que comprobado fracaso de esta para conseguir elevar la producción. Por supuesto que ningún cubano de hoy aspira a que se reproduzcan los males que reportó la ambiciosa geofagia a expensas del campesinado en la primera mitad del siglo XX. Sin embargo, no adelantaremos nada con estancarnos en el empobrecimiento colectivo, por muy igualitario que parezca ser, que deriva del monopolio estatal burocrático de la tierra. En este punto, creo que sacralizar ese fracasado modelo de Socialismo sería un fetichismo ilusorio, como lo demostró el desplome del otrora campo socialista.
Me permitiré sugerirles a todos los interesados y en especial a los economistas que vuelvan sobre la experiencia aplicada por el Mariscal Tito en la Yugoeslavia socialista, pues el rechazo de la misma por parte de los soviéticos deviene hoy en una buena recomendación. Lo mismo vale para informarnos objetivamente acerca de la realidad de países socialistas renovados económicamente, como China y Viet-Nam. Por otra parte, contamos con el precioso legado de José Martí, a quien podemos acudir con paciencia y sin prejuicios para rastrear el modelo de sociedad con todos y para el bien de todos que aspiró a establecer en la Isla.
Compartir libremente la información y las ideas, sin exclusiones ni prejuicios, a partir de la inquietud común por el presente y el porvenir de los cubanos creo que es lo esencial en este momento. Así, vienen haciéndolo ya dentro de Cuba personas como Pedro Campos y la destacada comunicadora social Soledad Cruz quienes se incorporan al debate donde ya vienen participando figuras como los socialdemócratas Reinaldo Escobar, Dimas Castellanos y Leonardo Calvo, el socialcristiano Dagoberto Valdés y el economista disidente Espinosa Chepe. Desde Miami, donde debo aclararle a la bella camagüeyana que no todos son precisamente atorrantes, intervienen con pleno derecho Jorge Valls, Yndamiro Restano, Roberto Simeón, Francisco Aruca entre otros. Decir es hacer, cuando se dice a tiempo, nos dejó dicho Martí.

Rogelio Fabio Hurtado
Septiembre/2007
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